La semana que pasó quedó marcada por el discurso calderonista de la recuperación. Es el trampolín mediático que la presidencia ha escogido para enmarcar los acontecimientos del que también ha sido llamado “Año del cambio” aun cuando no haya quedado nada claro de cual cambio se trataba. Para bien o para mal la presidencia sostiene desde Los Pinos el eje capaz de movilizar a la opinión pública, dirigir el debate y obligar a los columnistas a matizar sus opiniones a través de ese filtro. El tsunami de micro-lecciones de economía que se nos receta por medio de la radio deja en claro la opinión de la presidencia respecto a llamar anómalo al 2009 por haber sufrido las consecuencias de una crisis que nos llegó de fuera. Todo estaba bien hasta que nuestro vecino vio derrumbar su casa y nosotros estamos parchando la pared contigua a nuestro descuidado socio histórico que ya ven, en sus excesos de la pachanga bursátil de la década sufrió y sufre las consecuencias de una desregulación financiera que data de los años ochentas. Cualquier recuperación mexicana está pues condicionada a que nuestro vecino ponga su casa en orden. La crisis vino de fuera y al disiparse esta en el 2010 –nos dicen- México retomará la senda del crecimiento. Desdoblando el mensaje en sus implícitos ocultos nos queda claro que la presidencia mexicana no perdería nada en abrir su matriz en Wall Street y dejar a Los Pinos como la sucursal y subsidiaria de aquella en donde realmente se juega el destino del país, Una mansión en donde se pueda recibir al presidente en sus ocasionales visitas de descanso de su ajetreada agenda de promoción de las inversiones extranjeras en México. Claro que traer a primer plano estas implicaciones del discurso presidencial es de mal gusto, sobre todo cuando estamos a punto de conmemorar el bicentenario de la independencia; que debemos de cuidar el manejo de expectativas pues en la economía ficción en la que nos desenvolvemos estas son el principal, tal vez único motor que le resta al país para poder trabajar viendo hacia adelante. Dependemos del flujo de divisas extranjeras y de la benevolencia norteamericana para presentar una perspectiva favorable… Pero esta columna se ve imposibilitada de hacer otra cosa: El proyecto de Felipe Calderón se encuentra totalmente supeditado al norteamericano. No existe renglón que no haya sido redactado primero en Inglés y luego traducido al Castellano. Por lo tanto lo primero que tenemos que revisar es la palabra “recuperación” que se dice “recovery”. ¿Qué es lo que tenemos que recuperar?
Recuperar.
(Del lat. recuperāre). 1. tr. Volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía. 2. tr. Volver a poner en servicio lo que ya estaba inservible. 3. tr. Trabajar un determinado tiempo para compensar lo que no se había hecho por algún motivo. 4. tr. Aprobar una materia o parte de ella después de no haberla aprobado en una convocatoria anterior. 5. prnl. Volver en sí. 6. prnl. Dicho de una persona o de una cosa: Volver a un estado de normalidad después de haber pasado por una situación difícil.
Estados Unidos vivió una década loca. Diez años marcados por los derrumbes de las torres gemelas –Sin olvidar que cayó una tercera- y el ataque al pentágono. Dos guerras: -Afganistán e Iraq- que han costado no menos de un billón de dólares y que Joe Stiglits calcula terminará costando tres. Esta loca década comenzó por la quiebra de Enron y terminó con la quiebra generalizada de su sistema bancario. El año 2001 estuvo marcado por el comienzo de una burbuja inmobiliaria de frenesí sin par en la historia y la burbuja estalló en el 2008 dejando en la calle a millones de ciudadanos. El proceso de quiebras personales en este rubro está distante de haber terminado y esta década inaugura en grande la etapa de las quiebras hipotecarias comerciales. La década comenzó con desbalances generales en la hoja de ingresos-egresos de Estados como California y Nueva York y termina con dichos estados declarándose abiertamente en quiebra e imprimiendo Bilimbiques para pagar la nómina. Nuestro vecino se endeudó con el mundo para financiar guerras y excesos de consumo mientras abatía su capacidad productiva. Nuestro vecino arrancó la década ensañándose retóricamente con Europa, prohibiendo las papas a la francesa (por aquello de que los franceses no se embarcaron en la coalición de conquista de Iraq) y la terminó solapando una “guerrita” entre Georgia y Rusia donde su aliado del Cáucaso, Miguel Saakashvili, fue testigo del desmantelamiento de su ejército en una olímpica demostración de fuerza de la aviación rusa. Estados Unidos Comenzó la década complotando golpes de Estado en Venezuela y termina la década instalando siete bases militares en Colombia. ¿Realmente queremos recuperar algo de la desastrosa década que hemos dado por concluida? Como respuesta tenemos que decir que solo en el sentido de que el adicto quiere recuperar su grapa de cocaína; el borracho la añoranza por botella de tequila; el jugador empedernido a su mecenas de bolsillos profundos.
Desgraciadamente es muy difícil, si no imposible, razonar con borrachos, con cocainómanos o con apostadores y más difícil si son las tres cosas al mismo tiempo. La adicción de Nuestros vecinos por la guerra, las deudas y la especulación financiera es en todos los sentidos irremediable, como incurable es la fe ciega de Felipe Calderón en el poder de sus jefes en Washington. Esta adicción también resiste toda terapia. Al acomodarse en el diván del psicoanálisis de Estado estos mandatarios se largan a crear un mundo de fantasía lleno de relatos anecdóticos sobre generación de empleos y construcción de futuros que poco o nada tienen que ver con la realidad. Y es que alguien ha estado enriqueciéndose a costa de esta disociación cognoscitiva. Nuestros vecinos destinaron $200,000 millones de dólares en el esfuerzo de reconstrucción de Iraq y todavía es hora de que no hay agua potable ni flujo eléctrico confiable en su capital de Bagdad… Comparemos esa cifra con los $18,000 millones de dólares que le costó a China construir un tramo de 1,000 kilómetros de tren bala. Nuestro vecino ha “invertido” $700,000 millones de dólares en medio apuntalar su banca mientras que Dubai, en otro mal negocio pudo poblar una ciudad en el desierto de rascacielos imponentes, islas artificiales en un sueño de Aladino por una décima parte de ese dinero. Si algo distingue la etapa que estamos cerrando es la palabra despilfarro. Un gigantesco dren de recursos con destino desconocido pero de efectos duraderos en el empobrecimiento del planeta. Quien quiera recuperar eso enloqueció totalmente.
El psicótico no solamente piensa que ve cuatro ostiones con alas volando en la pared; realmente los ve. Una alucinación no es, en sentido estricto, fabricada en el cerebro; es recibida por este como cualquier otro dato sensorial. El paciente actúa en respuesta a esta percepción –para él muy real- de una forma igual de lógica que nosotros frente a nuestra percepción sensorial convencional. El suponer que el psicótico solo “piensa que ve” significa no entender la naturaleza de la experiencia psicótica. -Philip K. Dick.
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