lunes, 21 de abril de 2025

El Fascismo Sionista del siglo XXI y su influencia decisiva en la política en Occidente

 


El artículo de Siri Hustvedt, publicado en Le Monde el 9 de abril de 2025, ofrece una reflexión elocuente sobre el poder del lenguaje, la propaganda y las posibles similitudes entre el trumpismo y el fascismo histórico. Coincido en que las palabras moldean percepciones y que el control del discurso es una herramienta de poder, como ilustran sus referencias a Bajtín y Goebbels. Sin embargo, considero que su análisis, aunque provocador, simplifica un fenómeno complejo al omitir dinámicas estructurales del sistema político estadounidense y global, lo que invita a un debate más amplio.

Su caracterización del movimiento MAGA como fascista, respaldada por académicos como Jason Stanley y Ruth Ben-Ghiat, identifica rasgos preocupantes: discursos racistas, nostalgia por una "edad de oro" y restricciones al lenguaje académico. No obstante, equiparar estas características con el fascismo europeo de los años 30 es impreciso. El fascismo histórico operó en contextos de colapso institucional y ausencia de contrapesos democráticos, condiciones que no se replican plenamente en los Estados Unidos de 2025. La separación de poderes, la sociedad civil y la resistencia interna dentro del propio establishment político de Washington, D.C., limitan el alcance de las políticas autoritarias (con una excepción sobresaliente que detallaré más adelante. Por ejemplo, la administración Trump ha enfrentado oposición al intentar desmantelar redes de influencia en organismos como USAID, cuya nómina, mayoritariamente demócrata, ha sido vinculada históricamente a agendas de política exterior subversivas y golpistas de la Agencia Central de Inteligencia, según críticos del intervencionismo estadounidense. Afirmar que el trumpismo es fascista sin abordar estas diferencias genera un sesgo partidista a la amenaza y podría alienar a quienes buscan un análisis equilibrado.

El artículo pasa por alto dinámicas estructurales del sistema político estadounidense. El bipartidismo, lejos de ser un telón de fondo, perpetúa un núcleo de poder oligárquico que trasciende las etiquetas de "fascismo" o "democracia". La alternancia entre republicanos y demócratas, evidenciada por el apoyo de votantes de Obama a Trump en 2016 y 2024, refleja un desencanto con las elites, no necesariamente un giro fascista de la población. Las tendencias autoritarias, sin embargo, no son exclusivas de Trump. Durante la administración Obama, la represión del movimiento Occupy Wall Street (2011) mostró un uso brutal de la fuerza estatal. 



Asimismo, bajo Biden, los "Twitter Papers" (investigaciones de Matt Taibbi y Michael Shellenberger, 2022-2023) revelaron una red de censura coordinada entre agencias federales y plataformas digitales, con etiquetas como "desinformación" o "mal información" usadas para justificar la supresión de contenido. Estos ejemplos dejan en claro que el autoritarismo es un fenómeno bipartidista, no exclusivo del trumpismo.



En el ámbito migratorio, los demócratas han adoptado posturas contradictorias. Aunque promovieron flujos migratorios durante la administración Biden, también respaldaron políticas restrictivas. Barack Obama deportó a unos 2.5 millones de migrantes entre 2009 y 2016 (Departamento de Seguridad Nacional)...

Barack sentando el precedente bajo el que se mueve la administración Trump 2025

 y tanto Joe Biden como Hillary Clinton expresaron en múltiples ocasiones la necesidad de endurecer controles fronterizos, como se evidencia en declaraciones públicas que adjunto como testimonio videográfico. Este doble discurso alimentó el resentimiento que Trump capitalizó, un punto que su artículo omite al centrarse únicamente en el discurso republicano.

Hillary Clinton precede a Trump en el discurso anti-inmigrante.


De pasada, menciono un aspecto problemático del análisis, la falta de evidencia para afirmaciones clave. La supuesta lista de 199 palabras "sospechosas" y la acusación de "sanewashing" contra The New York Times carecen de fuentes verificables, lo que debilita su credibilidad. Sin pruebas concretas, estas afirmaciones corren el riesgo de percibirse como sesgadas a favor de una narrativa anti-Trump, un reproche que usted misma atribuye a los críticos de izquierda.

Ampliando la perspectiva, el análisis podría beneficiarse de considerar dinámicas geopolíticas que complican la etiqueta de "fascismo". Por ejemplo, reportes atribuidos a medios israelíes han mencionado un supuesto "Plan Trump" para justificar políticas en Gaza, sugiriendo un intento de culpar a Trump de decisiones impulsadas por el gobierno de Benjamin Netanyahu y apoyadas de forma abrumadoramente bipartidista en Estados Unidos. De confirmarse, esto reflejaría una manipulación del lenguaje similar a la que  critica el artículo, pero en un contexto internacional que trasciende el trumpismo. La cooperación entre Estados Unidos e Israel, acusada por organizaciones como Amnistía Internacional (2022) de prácticas de apartheid, no comenzó con Trump ni Biden, sino que se remonta a décadas de política exterior estadounidense. Por ejemplo, El Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC, 1997), un think tank que abogó por la hegemonía global, detalló planes para intervenir en siete países (Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán, Irán), Aquí no se sugiere una conspiración sino una coincidencia total de aspiraciones entre la burocracia permanente de Washington D.C. y el partido Likud encabezado por Benjamin Netanyahu. Así, de acuerdo al testimonio del general Wesley Clark (2007) Este marco geopolítico indica claramente que las tendencias autoritarias no pertenecen solo a Estados Unidos  sino que son un plan de control global y forman parte de una estrategia bipartidista  de largo plazo con fuerte influencia de los grupos de gestión como AIPAC, no un fenómeno exclusivo de Trump.

"¿Por qué? ... ¡No lo se!"


Asimismo, el apoyo de la Unión Europea a Ucrania, pese a la persecución religiosa, cultural lingüística de la población rusófona de parte del gobierno de Zelensky (Human Rights Watch, 2022), plantea "preguntas" por decir lo menos sobre la coherencia moral de las democracias occidentales; Nos permite plantear como prevaleciente una condición de esquizofrenia institucional en Bruselas. El apoyo irrestricto del gobierno alemán al esfuerzo militar en el presente conflicto, el compromiso declarado de Friedrich Merz de entregar misiles de crucero "Taurus" a Kyiv, establece paralelismos históricos flagrantes entre el presente conflicto y loas masacres de polacos y judíos ejecutadas por la 

14th Waffen Grenadier Division de las SS (1st Galician). 


Estas contradicciones, ausentes en su artículo, son clave para entender que el impulso autoritario no pertenece exclusivamente a Trump, sino que es un proyecto compartido por elites globales desde (por lo menos) finales del siglo XX.



En conclusión, comparto su preocupación por el deterioro del discurso democrático, pero insto a un análisis más matizado que reconozca las complejidades del sistema político estadounidense y global. Llamar "fascismo" al trumpismo, sin explorar las raíces bipartidistas del totalitarismo norteamericano o las agendas geopolíticas donde Israel juega el papel de eje central de la política exterior norteamericana que lo enmarcan, simplifica un fenómeno multifacético. La resistencia, como la que promueve Writers for Democratic Action, debe basarse en un diagnóstico preciso para ser efectiva. Las palabras, como usted señala, importan; su precisión es crucial para iluminar la verdad.

El Fascismo Sionista ...

es una amenaza real y creciente a la vista de un genocidio que las agencias de información en Estados Unidos y la Unión Europea rechazan cubrir adecuadamente.


La defensa de la primera enmienda constitucional norteamericana es la prueba mínima indispensable del compromiso de un movimiento político antifascista. En este cometido tanto Biden como Trump; Republicanos y Demócratas -y además sumando británicos y europeos- salen reprobados con nota sobresaliente de autoritarismo represivo. Las deportaciones de estudiantes de Estados Unidos que protestan contra el genocidio son una mácula imperdonable de la actual administración del mismo modo que el apoyo irrestricto de administraciones de cuño demócrata en dotar al gobierno israelí de los medios financieros y logística militar para ejecutar su cometido de limpieza étnica en Gaza. las restricciones a la libertad de expresión en el Reino Unido, cada día mas flagrantes y cubriendo mas y mas ámbitos de la conducta de políticas publicas del actual gobierno laborista así como la feroz protección del neonazismo ucraniano de parte de la Unión Europea... Todo este cuaderno de cargos debe ser puesto a consideración del lector ¿Se debe resistir a Trump? por supuesto, pero eso es solo una aspa de un abanico de acciones que se deben de tomar en contra del impulso totalitario de las elites a nivel global.